México
LA BORRACHERA DEL PODER

Por: Nico Lizama
En San Caralampio hemos visto pasar a infinidad de gobernantes que lo único que han dejado en la memoria popular es la huella de sus latrocinios.
Mandatarios de todos los niveles, desde el más popof hasta el más pinchurriento (que con poder son los más peligrosos) y un sinfín más de bichos de toda índole han desfilado por nuestras narices.
Todos, absolutamente todos, hasta el alcalde de la demarcación más rascuache, han finalizado la “parranda” podridos en billetes, pero, ¡oh, tragedia! (no hay felicidad completa) han terminado denostados, repudiados por el grueso de la población en su conjunto.
Pocos, que digo, ¡poquísimos!, pueden, ya sin el poder que un día tuvieron, caminar por la calle sin evitar las miradas de reproche, duras, frías, del ciudadano de a pie, que los tiene encasillados como trácalas, como bandidos en toda la extensión de la palabra.
Escasos han pisado la cárcel, pero, créame, no habrían celdas suficientes si hubiesen ido a juicio todos los que se volvieron millonarios saqueando las arcas del Estado.
En el reino de San Caralampio -no sé si suceda lo mismo en otras comarcas-, por muy poderosas razones, solemos hacerle al menso mientras el gobernante está en la cumbre del poder y es hasta después, en su declive, cuando andan más desesperados por limpiar su cochinero, antes que estar pensando en otra cosa, cuando soltamos los guamazos (es ley no escrita en la política, dicen los que saben).
El saqueo ha sido brutal, bestial, sin recato alguno.
Nos salva el hecho de que los súbditos de este reino somos soñadores y aún estamos esperanzados en que un día no muy lejano lleguen dos o tres políticos, cuya memoria no quede tan manchada -pedir más sería de ilusos- luego de su gestión en el cargo que en suerte le hayan conferido.